viernes, 12 de marzo de 2021


La señora que se animó 

Hace cincuenta años en mi barrio, los chicos íbamos a la escuela caminando por  calles de tierra.

La vida era divertida y desde cada casa salíamos riendo y a los empujones hasta llegar al gran portón escolar vigilado por una portera que siempre nos rezongaba.

Con el tiempo cambió la ciudad y también ese retazo de geografía lagunera.

Se multiplicaron las casas, los edificios (que no son más que casas apiladas).

Las escuelas se volvieron más lejanas y las calles con su tránsito creciente, fueron más inseguras.

Teresita era en ese entonces una joven mujer, trabajaba de maestra en una escuela nocturna para adultos y siempre guardaba de su sueldo unos billetes en una caja de zapatos por si algún día tenía una necesidad o una idea inspirada.

Empezó a ver que sus alumnos (padres como ella misma) comentaban el problema que tenían con sus hijos a la hora de ir a la escuela: Tomar colectivos, abrirse paso a los codazos en largas caminatas por veredas atestadas, cruzar calles en las que nunca faltaba algún automovilista inconsciente que ponía en riesgo la vida de los peatones.

Una noche tuvo una idea. Se levantó de la cama y abrió su caja, contó los billetes y los planchó con la mano. Por la mañana fue a una concesionaria de autos con sobre lleno de billetes.

-Quiero comprar un furgoncito ¿De cuanto dinero estaríamos hablando? Yo tengo esto - y le pasó el sobre al vendedor.

-Esto no le alcanza señora.

-¿Puedo hacer una entrega y realizar pagos mensuales?

-Eso puede ser.

Negoció la entrega y se hizo de un práctico vehículo al que sólo necesitó  acondicionar los asientos traseros y de un día para otro brillaba un cartel a los lados que decía “El coche de Teresita – transporte escolar”

Tomó un listado de escuelas, las recorrió repartiendo fotocopias en las que promocionaba su nuevo y original emprendimiento: llevar y buscar a los niños de las escuelas por un módico precio.

Empezó a recibir consultas de una gran cantidad de padres. Al poco tiempo fueron confirmaciones.

Confiaron enseguida en ella que les tendía su mano cálida, una sonrisa y su mirada verde.

Era tarde en la noche cuando se sentó a la mesa del comedor diario y luego de acostar a sus hijos, junto a su esposo diseñaron el recorrido.

Todos los días, desde entonces y antes de que el sol calentara el horizonte, Teresita se montaba en su furgón y salía en su recorrida feliz, casa por casa, escuela por escuela.

Pero hizo algo más: hizo la diferencia: lnventó un himno, que identificó a ese conglomerado viajero y lo cantaba con sus pasajeritos a todo volumen. 

A toda emoción cruzaba la ciudad repartiendo las estrofas que decían algo así:

 

Aunque el sol queme con sus rayos,

Aunque la lluvia caiga sin cesar,

Aunque el viento sople huracanado

Teresita no falla jamás

Es el orgullo de toda niña

Y es la alegría de todo niño

Que va en el coche con Teresita

Que aunque tengamos dificultades

Ella nos hace reir y cantar.

Han pasado muchos años ya. Teresita ya partió.

Hoy hay tantos transportes escolares que se agrupan, se reparten organizadamente los recorridos y las escuelas de la ciudad como una torta.

Los vehículos actuales son mucho más lindos que aquel viejo furgón, pero aquella música, aquella ilusión de una intrépida pionera aún flota en las mañanas húmedas de mi Santa Fe.

Esa señora atrevida y alegre era mi mamá.

 

 

 

 

Hola al que lee.

Hace unos cuantos años inicié este blog que luego abandoné.

Hoy me levanté con ganas de depurarlo. (Cosa que hice)

Y de hacer nuevas entradas. 

No se si hoy la gente usa los blogs como antes pero es una oportunidad para probar.

Gracias